martes, 6 de enero de 2015

FC. TEMA LA MUERTE. LA MUERTE, GRAN INCOGNITA

 Por ADRIAN CALERO. 1º BATX. N.

La muerte sigue siendo la gran incógnita de todos los problemas que día a día vamos resolviendo: la esencia misma de la vida. Sabemos qué es morir y qué es la muerte (biológicamente hablando, desde un punto de vista religioso, e incluso etimológicamente…), pero no podemos decir con exactitud que es “estar muerto” , ya que hasta que no morimos no cruzamos la delgada línea que hay de lo teórico a lo práctico de este problema tan humano. Y una vez que ha sido cruzada, dejamos atrás todo lo que nos podía hacer comprender y razonar sobre qué es “estar muerto” o morir. La muerte, por suerte o por desgracia, acaba alcanzándonos y es inútil eludirla. 

Durante los siglos ha sido vista como un agente regulador ante todos los hombres: poderosos y débiles, confiados y desmoralizados , conquistadores y conquistados y que a fin de cuentas (y como la mejor de las antítesis ) morir es lo que nos mantiene vivos y nos hace humanos, lo que nos impulsa a hacer y deshacer y en consecuencia a pensar y a existir.

  •     En la religión cristiana (como en muchas otras religiones) la vida es concebida como un tránsito hacia la vida eterna y la salvación, mediante la realización de las buenas obras y una vida rigurosamente dogmática. La vida terrenal está plagada de pecados y tentaciones a los que hay que evitar acatando las normas para poder ser acogido en el interminable reino de los cielos, o en el peor de los casos, al aciago y eterno infierno. Jesucristo fue un ejemplo de muerte como redención y salvación de la humanidad. La dimensión salvífica de la muerte de éste, no iba más allá del acto de fe: al sacrificarse, como es obvio, no iba a salvaguardar de la muerte a todos aquellos que intentaba proteger, su misión era, como hijo de Dios, salvar a la humanidad del pecado y vencer sobre la muerte luego al resucitar. Acto de fe, difícilmente entendible desde la razón, e intrascendente para un organismo vivo o alguien agnóstico. Así pues, se podría decir que Jesucristo tuvo en su poder el primer y único testimonio de qué es “estar muerto” y de lo que hay más allá de la vida, y caminar de nuevo entre todos nosotros… pero no hay que olvidar todas las connotaciones bíblicas, didácticas y moralizantes que tiene esta resurrección.
De este modo, la separación del cuerpo y del alma implicaría el fin de nuestra vida, pero no de nuestra existencia, aunque no se tenga constancia propiamente de ella, existiríamos. Estamos vivos en vida, eso lo sabemos, y una vez que se produce la división de alma y cuerpo solo nos tenemos que resignar a nuestra eternidad divina, o a reiniciar el ciclo (en caso de que nos reencarnemos).


  •       Biológicamente, como seres finitos que somos y que acabamos pereciendo, también se produce un tránsito al morir, dejamos de pensar y de tener consciencia sobre nosotros mismos para estar bajo tierra o hechos cenizas. Pasamos del  “pienso, luego existo” al “polvo somos, y en polvo nos convertiremos”. Una vez que nuestra vida biológica llega a su fin y las funciones vitales se dan como concluidas (una vez muertos nos crece el pelo y las uñas por ejemplo), nuestro cuerpo pasa de estar vivo y de realizar tantísimos cometidos biológicos, y de tener constancia de ello, a estar muerto y por ello muriendo con nosotros. En la actualidad, por ejemplo, una persona puede haber dejado de respirar por sus propios medios y, sin embargo, seguir con vida a través de un respirador artificial. Por otra parte, puede hablarse de muerte cerebral para hacer referencia al cese completo e irreversible de la actividad cerebral. Sin embargo la existencia propia, así como la consciencia, una vez muerto (biológicamente hablando) acaban, se extinguen; mueren. Vivir más y morir, algo que a ciencia cierta hoy por hoy es irreversible e irremediable, pero que con los avances y la biotecnología se hace cada día más manifiesto y factible.

  •     Desde un punto de vista etimológico, la palabra muerte proviene del latín mors, mortis que luego derivaría en el verbo morir. Aquí la muerte trata de poner fin al organismo vivo que, con el propio nacimiento, se había creado. Se podrían manejar dos acepciones (entre otras) de la palabra: la muerte natural, aquella que es consecuencia de la vejez y que si has gozado de una buena salud acaba encontrándote, y de la muerte fortuita o accidental ,que es la de que alguien ha sufrido, a causa de algún imprevisto, accidente o por el capricho y/o voluntad de otra persona. Un muerto no sabe que ha muerto, a diferencia que el vivo que sabe que vive. El “muerto” es aquel que ya ha pasado por la muerte, y por ende, ya está muerto. Al igual que ocurre con el desconocimiento de la muerte y de estar muerto, no es lo mismo definir la palabra “muerte” que sufrir sus consecuencias objetiva y subjetivamente.

Después de ver diferentes sentidos de la Muerte, nos centramos en uno de sus efectos más universales: el miedo que produce representárnosla. El miedo a no estar vivos viene determinado en cierta manera por cada individuo y por su manera de ver y afrontar la vida. 

  •     Entonces, se podría decir que una persona que no tiene miedo a “dejar de vivir” sería capaz de hacer una serie de cosas (cosas imprudentes que si valorase su vida seguro que ni se plantearía hacer) y una cantidad mayor de acciones ( sin tener presente el futuro) que otra persona que respetase su vida , así como la de los demás, jamás de los jamases llegaría a cuestionarse realizarlas. Visto desde ese punto de vista, esa persona que, a los ojos del resto de la humanidad, sería un suicida o un enfermo mental, estaría más cerca de la inmortalidad que cualquier otra persona que, como tú o como yo , midiera cada acción de su rutinaria vida. Un kamikaze en toda regla sin valores ni principios “comunes”, pero que lejos de pensar en los actos que le llevarían a morir alcanza temporalmente un estado de vida imperecedera. Una persona que vive día tras día sin la carga a sus espaldas de que su periplo acabe no sería consciente de un final, o por lo menos de un final como el resto de los mortales concebiríamos, y así se despide de las consecuencias, de los agravios que supone “dejar de vivir” y se embarca en un infausto viaje sin retorno ,que sin duda alguna más de uno lo vería como enfermizo y agonizante.
  •     En cambio la persona que teme a la muerte vive aterrorizada,  temor que es contagioso y que salta a la vista, por el hecho de que un día (tal vez el menos pensado) pueda morir y que su vida, ya sea la más triste de las historias o la más jovial de las colecciones de cuentos, rebase esa línea y se desprenda de su envoltura mortal, que la palme.
Entonces, ¿no podría decirse que como el suicida acabemos escapando de la muerte en particular, o de la extinción humana, generalmente aunque solo sea por un minuto? 
Quizás otros homínidos no se llegaron a plantear su extinción (también por su primitiva naturaleza), pero nosotros a día de hoy sabemos que acabaremos extinguiéndonos y ya nos hemos puesto manos a la obra para intentar retrasar la hora de nuestra muerte…pero solo es eso un aplazamiento inevitable. Naturalmente , esto nos da cierta ventaja ante la extinción (y ante la muerte) frente a nuestros ya lejanos primos extintos.

Y por otro lado, concluyendo, habría que plantearse también ¿qué sentido tendría la vida sin la presencia de la muerte? En una utópica humanidad donde morir sería cosa del pasado y la muerte ha llegado a ser innecesaria, prescindible, ¿cuál sería el incentivo ineludible para la vida del ser humano? 
Pues supongo que sería la misma humanidad, esa que renegaba de la muerte, la que buscaría otro pretexto para darle sentido a la vida y para aglutinar de esta manera a todas los individuos y colectivos para darles un motivo por el que luchar, existir y vivir. Aunque no todos siempre lo harían. Si sabemos que vamos a morir hay que convivir con ello como es lógico, como el ciego que ha aprendido a leer con la yema de los dedos; es lo que hay, lo que toca. 
La solución a este problema se resume en la actitud frente a la vida, la muerte y el dejar de vivir; el sueño de los despiertos, la esperanza de que todo ( o nada) va a cambiar.
Si al morir “todo acaba” no habrá que dejar que “ nada empiece” sin saborear esos minutos que le robamos al último plato de la vida…
Se dice que el postre tiene que ser espectacular porque llega cuando el gourmet no tiene ya tan apenas hambre, en ese sentido…  tanto la vida como la muerte deberían ser muy dulces.

La muerte nunca puede predecirse, excepto en 
casos extremos como el suicidio o el asesinato. Llega siempre, 
pero no se sabe con certeza su camino. Por ello es una fuente de 
angustia (que es una emoción diferente al miedo). Además muestra 
que no somos necesarios e indispensables, aunque nos gustaría 
serlo. Tras nuestra muerte, otros tomarán lo que hemos dejado.


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