jueves, 7 de mayo de 2015

¿Son felicidad y libertad compatibles?

Por Cristina López Lambies. 2º BATX E

SELECCIONADA CONCURSO INTERCENTROS

       Hay una pregunta que seguro que alguna vez en la vida todo el mundo se ha planteado: ¿Si hubiera un destino escrito, seguiríamos siendo libres? ¿Hasta qué punto nuestra libertad es inalcanzable o nos puede llegar a ahogar? Y profundizo un poco más esta pregunta: ¿Hasta qué punto ser libre nos hace felices? Contando con que la libertad nos de la felicidad… Porque lo cierto es que tendemos a pensar siempre en la libertad con cierta connotación positiva. Pero ¿qué opinamos de la indecisión, del miedo a errar, de no hacer lo más beneficioso para nosotros mismos? Aunque, pensándolo bien… ¿Seríamos más felices en un mundo perfecto, aunque esto nos costara la libertad? ¿Y si más bien la libertad nos causa angustia pero está tan arraigada a nuestro ser que no seríamos nosotros mismos sin ella?

      El filósofo racionalista René Descartes, padre de la filosofía moderna, tras demostrar la existencia de Dios y la existencia del mundo como un reloj al que Dios ha dado cuerda, trata el tema de la libertad como característica principal de la voluntad. Demuestra la existencia de Dios como sustancia infinita, de la cual dependen las otras dos sustancias, res cogitans (sustancia pensante, o alma) y res extensa (el mundo exterior contando el propio cuerpo). Hace, por lo tanto, una separación drástica entre el alma y el cuerpo, ya que este dualismo antropológico permite salvar la libertad dentro de su universo mecanicista, la libertad solo puede residir en el alma, porque al no ser sustancia extensa, no está sometida al dictado de las leyes necesarias de la mecánica. Según Descartes las dos funciones del alma son el entendimiento (como facultad de pensar) y la voluntad (como la facultad de afirmar o negar) y esta última Descartes la identifica con la libertad. De estas conclusiones deriva su teoría del error, pues errar es lo que nos hace libres, ya que significa que se ha tenido la oportunidad de elegir. La libertad es algo evidente, además de ser la máxima perfección del hombre. Es, por tanto, la capacidad de elegir entre diversas opciones que se nos presentan. Pero, ¿nuestra elección podría verse afectada por las diferentes opiniones de los demás y seguiría siendo libre? Según Descartes sí, porque la indiferencia no significa más libertad sino al contrario, solo cuando el entendimiento tiene ideas claras y distintas sobre lo bueno y lo malo, o sobre lo verdadero y lo falso, la voluntad puede elegir con plena libertad. La libertad consiste, por lo tanto, en el sometimiento de la voluntad al entendimiento y esta es la idea principal de la ética cartesiana.
       ¿Pero deberíamos considerar libertad el seguir continuamente las indicaciones, que en principio son válidas, de los demás? ¿No estamos subordinando también nuestras ideas al basarnos continuamente en recomendaciones o incluso órdenes ajenas? Es cierto que haciendo lo que nos dicen los más entendidos en el tema que se está tratando, la probabilidad de errar es menor, pero hay veces que la sociedad nos impone leyes, porque de recomendación a orden hay, la mayoría de veces, una separación estrechísima puede que inexistente. Por ejemplo, en el caso de las tendencias de ropa, muchas veces nos sorprendemos al ver como una manera de vestir ha calado tanto en la sociedad. Seguramente en numerosas ocasiones habremos podido comprobar cómo las artimañas de venta  pueden causar la sensación de que el elemento a la moda, ha sido elegido por nosotros mismos. Pero, ¿has sido libre al comprarlo? ¿Acaso pensamos que todas las tendencias que ha habido desde el principio de los tiempos se han ido superponiendo unas a las otras porque todas las personas del mundo a la vez han decidido que les gusta otra manera de vestir? ¿La sociedad nos recomienda, o nos obliga? A menudo obedecemos a los demás por alguna causa mayor que no entendemos, y seguimos, sin querer, falacias una detrás de otra para explicar porqué hemos hecho algo…
       Conviene que hablemos ahora de Spinoza, también racionalista, ligeramente posterior a Descartes, aunque convivieron en la misma época durante varias décadas. Afirma que el hombre puede ser considerado como cuerpo (extensión) o como alma (pensamiento), pero ambos son constitutivamente la misma cosa. Y así elimina de raíz el problema del dualismo cartesiano, de la interacción entre alma y cuerpo. Claro que teniendo en cuenta que esta separación es lo que hacía que Descartes confirmara la existencia de la libertad, debemos temer, y con razón, que Spinoza erradique por completo esta idea. Y lo hace precisamente con la demostración de la existencia de Dios, pues hace hincapié en la definición que otorga Descartes a sustancia, es decir, que no necesite de nada más para existir, pero tanto la res pensante como la res extensa necesitan de la res infinita, Dios, para existir. Así pues Spinoza solo concibe a Dios como sustancia, solo hay una única substancia, poseedora de una infinidad de atributos de los cuales sólo conocemos el pensamiento y la extensión. De esta manera las tres sustancias cartesianas quedan reducidas a una. Los humanos somos también modos de Dios y fuera de Dios no puede darse ninguna substancia, siendo este la causa inmanente de todos los seres. No hay azar en el mundo, todo está determinado por Dios, todo hecho es causal, no casual. Y así llega Spinoza a la idea de la completa inexistencia de la libertad humana, pues esta es solo producto de la ignorancia: “Los hombres se engañan al creerse libres; y el motivo de esta opinión es que tienen conciencia de sus acciones, pero ignoran las causas por que son determinadas; por tanto, lo que constituye su idea de libertad, es que no conocen causa alguna de sus acciones”.
         Desde mi punto de vista, esta mirada al mundo como algo completamente mecánico y premeditado me parece escalofriante. Siempre nos hemos considerado libres aunque sea en el acto de pestañear. Entiendo, por otro lado, la necesidad de una causa para todo, pero hasta yo, en el mismo momento en el que decidí tratar el tema de la libertad para esta disertación, era libre. O no. ¿Y si no lo hubiese sido? ¿Y si ya estaba programado? ¿Y si ya estaba escrito que yo hiciera esta disertación y vosotros la leyerais? ¿Y si ya estaba premeditado que yo hiciera esta pregunta? Pero, si Dios es el programador del mundo y además en su perfección también entra la sabiduría y la bondad… ¿Cómo puede haber dejado que ocurrieran todas las guerras y catástrofes que han acontecido en el mundo? Ese mundo en el que cada persona tiene un destino claro, que haga lo que haga va camino de ese final, pues actúa sin libertad alguna, me parece realmente temible, porque aunque llegáramos a conocer algún día ese destino o la causa de nuestros actos, cambiarlo también formaría parte de él. ¿Quién cree ahora en las casualidades? Yo desde luego no estoy tan segura… quizás deberíamos empezar a pensar en causalidades.
       Para finalizar con este mar de dudas, con libertad o sin ella, concluiremos con la posición de Sartre, que rompe completamente con las ideas de los dos filósofos anteriores. Es un filósofo mucho más cercano a nuestro tiempo, pues vivió durante el siglo XX, fue el mayor impulsor del existencialismo y su fundamental principio filosófico es el análisis de la existencia humana como punto de partida en la búsqueda de la realidad. La existencia es entendida como un modo de ser  particularmente humano, es decir, el ser humano es el único animal con existencia, entendiendo esta como algo que se crea a sí misma en libertad, como un proyecto y, por lo tanto, solo pertenece a los seres que pueden vivir en libertad. El ser humano es concebido como pura subjetividad, capacidad creadora, capacidad de ser para sí mismo, de su propio hacerse, de su propio “existir”, y esta capacidad es la libertad.
       Nos encontramos ante una teoría que parece mucho más optimista que las dos anteriores, pero esta filosofía es más bien pesimista, con una conclusión que puede parecernos inconexa con la explicación anterior, pues Sartre defiende que la existencia humana carece de sentido, es un absurdo, el ser humano es "una pasión inútil ", ya que el ser humano es pura libertad, sin esencia alguna. La afirmación de que "la existencia precede a la esencia" es considerada como la característica fundamental del existencialismo. Pero Sartre no se apoya en la existencia de Dios como Descartes o Spinoza para hablar de la libertad, todo lo contrario, niega completamente la existencia de Dios desde un ateísmo radical y, por lo tanto, la existencia de los seres humanos no se puede ya reducir a la realización de una esencia pensada por Dios.
         Los humanos tienen la capacidad de negar, lo específicamente humano es su no determinación, su libertad, su nada, su hacerse, su existir, es un hacer libre. De hecho Sartre nos explica que en el ser humano hay tres tendencias: a la nada, al otro y al ser. Por tendencia a la nada entendemos la conciencia y la libertad, esta es su propia esencia, no hay diferencia alguna entre el ser del ser humano y el ser libre del ser humano: el ser humano es su propia libertad, no tiene naturaleza alguna predeterminada.
         Pero volvamos al sentido pesimista  aparentemente inexistente a primera vista. Sartre defiende que la libertad se revela en la angustia: ahí precisamente adquiere el ser humano conciencia de su libertad. La angustia es la forma que tiene el ser humano de darse cuenta de lo que es, es decir, la forma de darse cuenta de que no es nada. El ser humano huye de la angustia y de este modo trata también de sustraerse de su libertad. Pero el ser humano no puede liberarse de la angustia, puesto que es su angustia, y por eso tampoco puede escapar de su libertad. El ser humano está, por ello, condenado a ser libre. Es cierto que elegir es una continua complicación pero al menos necesitamos que haya esa oportunidad de elegir, porque si nos la quitan, por ínfima que sea, y deciden por nosotros, entramos en cólera. ¿Quién quiere ir a un restaurante en el que solo se sirva un único plato, un gobierno en el que solo esté la posibilidad de una dictadura o una tienda donde solo se venda una camiseta? ¿Y tanta duda por qué? Porque no podemos ver el futuro y no sabemos lo que será mejor para nosotros. Y nos equivocamos, una y otra vez, sin poder evitarlo. ¿Acaso el miedo a errar no es angustia? Si pudiéramos ver el futuro escrito, que plantea Spinoza en su mundo mecanicista, quizás no fallaríamos, seríamos perfectos… aunque quizás errar también sea parte de este destino. Y con el eterno dicho: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, yo propongo que por un momento os imaginéis un mundo donde nadie se equivoque, sin responsabilidad alguna, ni valor moral.
         Es cierto que debemos equivocarnos, caer y levantarnos una y otra vez, y ser libres para hacerlo. Pienso que somos libres, y si no lo somos… pues no llegaré a saberlo nunca con certeza porque nuestro destino no está escrito en un blog de notas al alcance de nuestra mano. Puede que tengamos un cierto camino ya trazado, pero continuamente tenemos la oportunidad de cambiarlo y precisamente el no saberlo es lo que hace a la vida más sorprendente, curiosa, interesante. Estamos condenados a esa continua elección, es cierto. Pero eso también nos ayuda a crecer, a conocer nuestros gustos: a ser nosotros mismos. Porque… ¿Qué es la libertad si no es la capacidad de todo ser humano a ser diferente, ser como se quiera ser? Se independiente y ante la duda de si eres libre, no lo dudes: Actúa como si lo fueras.

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