domingo, 11 de enero de 2015

FC. La sociedad: esclavos de nuestros semejantes

Por Jorge Tárraga. 1º BATX. G.
El ser humano necesita tener contacto con otros como él. Esto es debido a que es un ser social que está acostumbrado a poder hablar y expresar sus emociones a otros semejantes y compartir su vida con algunos de ellos. Resulta curioso hasta que extremos a veces necesitamos la aceptación de otras personas para realizar acciones, como cuando preguntamos a unos amigos si nos sienta bien este color, o cuando les pedimos consejo a nuestros colegas sobre quedar con alguien.


Algunos podrían decir que estos son simples consejos que pedimos a gente en quien confiamos para estar más o menos seguros de una decisión, pues sea cual sea la respuesta del  amigo o amiga vamos a hacer lo que nosotros queremos. Pero, en realidad, si tu pides consejo a tus amigos es porque no tienes claro una cosa, te sientes inseguro respecto a eso, y no sabes qué hacer. Por esa razón cuando tu amigo te da la solución, la solución que él haría, no es realmente una cosa que tú has querido hacer, más bien es una cosa que te parece bien hacerla. Tú decides si hacerla o no, pero el hecho, la forma de solucionarlo, lo ha decidido tu amigo. Por eso puede decirse que nosotros no sólo somos nosotros, sino la gente que nos rodea. Nuestra forma de pensar y de actuar es el resultado de una suma de nuestra conciencia (la que nos inculcaron aquellos que nos criaron y la sociedad) y los “consejos” de la gente de nuestro circulo de confianza (por decirlo de algún modo).

Por ejemplo, si pensamos en la acción de tener un primer contacto sexual con nuestra pareja, a veces tenemos una forma de pensar que ha sido inculcada por la sociedad… y si la sociedad dice que hasta los 16 años nada de sexo, ya que si no, dicen, que si es chica es una guarra, pues ella hasta los 16 nada de sexo (recordemos que en la Edad Media a los catorce años las muchachas ya tenían que casarse).  Así, que la chica muchas veces se espera hasta a los dieciséis. Y si a esa edad ya se tiene novio o novia  con el cual apetece tener relaciones, lo que se hace es comentárselo a una amiga, la mejor amiga, con la que se comparte todo, y si ésta dice que aún no tienes edad, que a los dieciséis aun eres alguien inmaduro y que después te arrepentirías, una parte de ti duraría y se plantearía si hacerlo o no. Y  si a tu pareja no le importara mucho tener el contacto sexual contigo, incluso lo dejarías para cuando se considere que eres alguien maduro. Y es que al fin y al cabo, el ser humano es un ser susceptible del cual se puede hacer lo que se quiera, simplemente con un poco de “comedura de tarro”.
La sociedad nos moldea como figuritas de barro y nos maneja como marionetas llevadas por unos hilos, propiedad de la religión, la política, el dinero y las personas poderosas. Hoy en día, la mujer bonita es aquella que gasta una “90 60 90”, que no pesa más de 50 kilos y mide unos 1’60 metros y los hombre tiene que ser altos, delgados y si tienen la “tableta de chocolate” incluida mejor. Pero, si nos fijamos, a las mujeres se les exige mucho más que a los hombres:tienen que ir con ropa ni muy destapada ni ajustada (o se las denominara guarras) ni con ropa muy suelta y larga (o se las denominara marimachos). La sociedad oprime a este sector arrebatándole la libertad física, ya que se tienen que depilar para eliminar el vello corporal. En cambio, los hombres pueden ir con pelo, o incluso si te depilas puedes ser blanco de insinuaciones de homosexualidad, arma poderosa que no se duda en utilizar, ya que aunque se crea que se ha aceptado, siguen sin estar del todo bien vistos. Así actúa la sociedad, hace creer que es muy abierta y te hace pensar que no va a pasarte nada, pero luego la trampa se cierra y eres blanco de insultos y discriminaciones por ser diferente o por ir “contra corriente”.
La sociedad es cambiante, ya que en la Edad Media la mujer bella era la que era más gorda, ya que reflejaba que tenía dinero suficiente como para comer. Pero no solo nos dice cómo vestir o cómo debemos tener nuestro cuerpo, sino que nos dicta qué hacer. Por ejemplo, muchas personas se ven aún hoy en día movidas a hacer acciones solo por supersticiones, pequeños hábitos que no tienen importancia, pero que se realizan por meras ideas absurdas. Mi madre por ejemplo, quien nunca deja el bolso en el suelo, ya que dice que así se va el dinero, y sin embargo, como la mayoría de gente hoy en día, llegamos justos a fin de mes. Y ya no solo eso, la gente se sigue escandalizando si en la televisión, en la retransmisión de un concierto una cantante sale con un tanga y un sujetador, cuando originalmente la ropa se utilizó para no morirse congelado, luego se convirtió en una especie de “arte” en una expresión de tu personalidad a través de ella y aún hoy en día la gente no acepta que una chica enseñe el ombligo o que un chico vaya sin camiseta por un lugar público que no es la playa.
El ser humano no se cuestiona nada, si desde pequeñito te han dicho que tu eres chico y tienes que ir de azul, como te lo han dicho tus personas más cercanas, en las que más confías y a las cuales les debes tu existencia (tus padres) tu lo aceptas sin ni siquiera preguntar el porqué. Y es comprensibles, ya que cuando eres pequeño no te crees con la suficiente capacidad para tomar tus propias decisiones y necesitas a unas personas en las que confiar, tus progenitores. El problema es que esos progenitores son unas marionetas más de la sociedad y te están moldeando al son de esta, para que cuando seas un adulto veas que está bien hecho lo que tiene que estar bien, y veas mal lo que tiene que estar mal.
Pero, ¿por qué está bien eso y mal aquello? Por una simple razón: porque la sociedad te dice que eso está bien y aquello está mal. Pero es la sociedad quien lo clasifica, no tu, para el individuo (en un mundo sin influencia de la sociedad) algo no estaría mal o bien, sino que algo estaría justificado o no, pero incluso lo que no estuviera justificado no se podría considerar malo. El individuo no es libre, ya que está sometido a las cadenas de la sociedad y en cuanto intente alejarse de esta, y vivir un poco sin tener en cuente a la sociedad, esta le recuerda su importancia y estira de las cadenas que lo devuelven a su posición inicial. El ser humano es por naturaleza esclavo de sus semejantes.

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