Por Leticia Fuertes. 1º Batx. CF.
La muerte ha producido temor al ser humano desde que éste tiene
conciencia de sí mismo. La muerte es algo de lo que nadie
puede escapar.
Sin
embargo, no es algo que tengamos presente de forma continua, sino que antes
bien nos asalta cada vez con más frecuencia cuanto más cerca la sentimos: bien
porque nuestra vida avanza y notamos más próximo su final, o bien cuando
asistes a la muerte de alguien cercano. Es en ese momento cuando reaparece la
certeza de nuestra propia mortalidad, invadiéndonos de ese modo sensaciones de
miedo, rechazo, impotencia, pero al mismo tiempo haciendo más grande el deseo
de aprovechar cada momento de nuestra vida. De alguna manera, esas experiencias
nos hace reaccionar, y buscar respuesta a los dos grandes interrogantes que
nuestro propio fin nos plantea: ¿Cuándo
llegará? ¿Habrá algo más allá o no seré ya nada cuando me alcance?
La muerte
parece un gran enigma que no se consigue descifrar debido a la ausencia de
experiencias y conocimiento de este fatal desenlace al que se está
irreversiblemente condenado.
Pero a lo largo de la historia, y a
través de la filosofía y de las creencias religiosas, se han desarrollado una
malla de teorías que tratan de proporcionar, en algunos casos una mayor
sensación de permanencia, y, en otros, se llega a la conclusión de que no se dispone
de mayor certeza que la que proporcionan los conocimientos empíricos,
reduciendo la esperanza a aquello que se consiga construir en la vida corporal
y material.
Según la teoría monista, el ser humano está constituido únicamente por su
dimensión material, el cuerpo. Rechaza de este modo la posibilidad de una
segunda dimensión humana, que ha sido conocida por varios nombres, siendo los
más usuales: el alma y la mente. Por lo tanto, según esta teoría, teniendo en
cuenta que nuestra única dimensión es la material y que la muerte significa el
fin de la existencia física del ser
humano, debemos suponer que esta postura propone que la muerte significa el fin
de la existencia humana y que nada hay después de la misma.
Por otro lado, existen teorías cuya concepción de la existencia humana
divide la misma en dimensión material (cuerpo) y espiritual (alma). Esta
posición ha sido defendida por grandes pensadores como Platón, Aristóteles y
Descartes, así como por las grandes religiones (Cristianismo, Judaísmo e Islam)
y plantea la muerte simplemente como la separación de estas dos realidades,
siendo ésta poco más que un momento de transición de la existencia terrenal a
la trascendencia.
Esta respuesta, que a día de hoy tiene su máximo exponente en las
religiones, ofrece a aquellos que la toman por verdadera un “respuesta “espiritual
ya que les ofrece la Salvación, la
salvación de sus almas frente a la muerte y una existencia después de la vida,
con la única condición de que estos fieles sigan las enseñanzas de la religión
en cuestión.
Entonces ¿por qué tememos a la muerte? Es parte de la naturaleza del ser
humano temer a lo desconocido, y no hay enigma por ahora tan profundo como el
que supone aquello que hay más allá de la propia vida. Es cierto que, como
hemos visto previamente, se ha intentado dar respuestas a esta incógnita, pero
se debe tener en cuenta que son sólo teorías, puesto que nadie puede saber
realmente si hay algo más allá de la muerte hasta que ésta le llega, y entonces
ya es imposible transmitirlo a nadie, pues su existencia física habrá llegado a
su fin. Y no puedes obtener conocimiento acerca de ella a través de la muerte
de otro, simplemente porque no eres tú al que le ha llegado el fin.
¿Debemos pues temer a la muerte?
En el caso de que sean las verdades las teorías que afirman que con la muerte
la existencia humana llega a su fin, yo me pregunto:¿Por qué temer a una
“experiencia” que jamás vas a experimentar hasta que te llegue la hora?
¿Y si la muerte no es el fin de la existencia humana? Entonces significa
que de algún modo perduramos, por lo que nuestra mayor preocupación, la
posibilidad de dejar de existir, ya no tiene razón de ser.
El miedo a la muerte no es algo que debe amargar la vida de nadie. De
todas formas, podrías pasarte la vida
preocupado por ella y lo que vendrá tras ella, pero ¿realmente te vale la pena,? Porque a raiz de esta preocupación me surgen
dos preguntas, ¿qué es mejor vivir
muriendo o morir viviendo?
¿No sería mejor buscarle sentido a la vida desde el primer momento para
que de esa manera cuando nos llegue el final, sea cuando sea, podamos decir que
hemos tenido una vida plena como personas?
Por otro lado, en términos muy prácticos, la muerte es necesaria. Si las
personas vivieran para siempre, tarde o temprano empezarían a anhelar la
muerte. Sin la muerte, enfrentaríamos gran cantidad de nuevos problemas, desde
la superpoblación hasta el hecho de que las personas tuvieran que vivir para
siempre en cuerpos avejentados o como se puede ver en la pelicula “In Time” donde llegas hasta los 23 años y a partir de ahí
no envejeces, pero tu vida depende del tiempo, vives por y para él. Obviamente
es una película de ciencia ficción, y no es real, pero ¿a quién no le gustaria
vivir eternamente con un físico de 23?. En
cualquier caso, hoy la muerte sigue creando espacio para la renovación y la
regeneración. La muerte debe, por consiguiente, agradecerse tanto como se
agradece la vida, como una bendición.
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