martes, 13 de diciembre de 2016

¿Amores ideales o amores reales?


DANIEL CONDE. 1BATX.E
Una disertación sobre el amor? ¿Del amor en la adolescencia? ¿Y en primera persona? El tema es eterno (me entero que hay un diálogo de la Grecia antigua, de Platón, llamado El Banquete, en el ya aparecían personajes haciendo originales discursos sobre las características y el significado del amor). Pero pienso que es un tema que siempre hay que actualizar, porque en cada sociedad, en cada momento de la historia se expresa de una manera,  o hay unos obstáculos o unos “acelerantes” distintos. Por eso me atrevo en primera persona a sacar el tema, para preguntarme ¿Qué obstáculos nuevos y diferentes puede encontrar la expresión del deseo de amor, de ese sentimiento, de ese afán? ¿Las nuevas tecnologías para comunicarse ayudan o no para contactar y encontrar la media parte (parece esa idea de comparar el amor con la búsqueda de una media parte que se perdió y se buscan, hasta consumirnos,  proviene de ese mismo libro del Banquete)? O también preguntas cómo: ¿Cómo empieza el amor? ¿Platónicamente, desde los ideales? ¿O desde el deseo más material? ¿Resulta hoy más difícil que ayer enamorarse? ¿Estamos prisioneros (como los de la caverna) de Modelos Perfectos Referencias sociales que nos impiden aceptar lo más cercano y buscar lo inalcanzable?¿Son esos Modelos Perfectos auténticos Ideales? ¿Por qué nos influyen tanto? Y sobre todo ¿Tendrá el amor que ver también con el conocimiento de uno mismo? ¿Puede uno enamorarse de verdad si nunca ha intentado conocerse a si mismo en serio? ¿Por qué siempre hablamos de lo que quiero encontrar y no más de lo que puedo ofrecer? O ¿ Por qué la única oferta que parece imposible de ser rechazada es la que tiene que ver con lo Físico?. Pensando en eso se me ocurre decir que esa diferencia de antes entre el amor platónico y el otro, el más real, se ha pervertido y se ha dado la vuelta, mezclándose, porque ahora se buscan amor ideal, pero con eso queremos decir algo sobre todo sensual, material, es como decir una contradicción Idealmente Material, Platónicamente Sensual. 

Por todas esas preguntas, Yo, un adolescente más en esa difícil etapa, puedo levantarme una mañana y sin saber porqué ni a que viene sentirme, o sentirnos, totalmente solos. Es decir, constato un vacío, un necesidad, una falta. ¿De qué? Pues de sentirse querido, de compartir con alguien íntimamente esta vida, ideas y sentimientos. Está claro que esa es como una primera condición para enamorarse: intuir, adivinar, saber sin saber que uno necesita o desea algo que no tiene, que a uno le falta algo. Porque si uno se sintiera bien, o plenamente completo tal como está, ¿se enamoraría de verdad? Desear algo  (como lo del conocimiento en filosofía) es reconocer que no se tiene, que algo falta, y por eso se busca.


Así que uno esa mañana reconoce que sí que está, y que le gustaría no estarlo, con esa carencia permanente de intimidad. Es lo que llaman una condición necesaria, ahora para enamorarse, notar esa carencia de algo. Pero no basta, es decir es condición necesaria, pero no suficiente para lograr el amor. ¿Por qué?, ¿Acaso culpa mía? ¿Por qué no es fácil si uno lo necesita encontrar a esa persona con la que compartir la vida? ¿Qué hago mal? ¿Qué hacemos mal? Uno podría pasarse la  vida con una visión realista del amor, buscando gente con la que en teoría se debería encajar a la perfección: parecidas aficiones, cercanía geográfica para  verse a menudo, sueños y aspiraciones muy parecidas a las mías. En definitiva, que nos gusten las mismas cosas, porque se supone que así deberíamos ser compatibles. Es decir, pasar la vida buscando… y no encontrar. ¿Acaso no es bastante sentir la necesidad y ser práctico buscando afinidades para encontrar la persona adecuado? 

Bueno, también está la cuestión de la apariencia física, del exterior, la de uno mismo y la de los demás. Si no somos hipócritas hay que reconocer que claro que influye. Es muy correcto decir en público que no, que la “belleza está en el interior”, que no me importa tanto la belleza física, aunque es lo primero que uno capta y es el gancho inicial. Por tanto, sí cuenta. Luego está el tema que claro que la belleza es relativa, según la persona, porque no hay un termino específico de belleza… Pero eso no está tan claro. Porque existir, si que existen cánones de belleza, es evidente, y supongo que en cada momento los suyos. … Pero esto me lleva a preguntar que si esos cánones no son realmente nuestros, sino que están establecidos por la “sociedad”, ¿qué pasa entonces con mi capacidad de ser yo mismo? ¿Somos más únicos o somos más masa? ¿Somos auténticos amando y deseando si al final todos coincidimos en prototipos muy concretos? ¿Cómo en lo más individual y personal podemos ser al mismo tiempo tan comunes y parecidos? Algo no cuadra.  Por eso decía antes, que para acabar amando bien habría que conocerse hasta el final uno mismo. Pero ¿puedo uno conocerse a sí mismo estando solo? ¿No es justamente necesario al menos tener a otra persona cerca para, relacionándome con ella, aprender también a conocerme a mi mismo, viendo cómo reacciono, cómo evoluciono? Por tanto, para ser uno mismo de verdad, necesito vivir experiencias con los otros, pero no puedo vivirlas porque todavía no soy bastante Yo para ser interesante o para que me interesen personas de verdad y no Prototipos. Dilema y Paradoja.


Bueno, respecto a mi, en realidad, no estoy pidiendo tanto, simplemente busco compartir mi vida con algún otro ser humano que piense igual que yo. ¿Seguro? ¿A quién intento engañar? No es cierto que sea tan libre ni tan realista, porque aunque detecte a personas posibles que encajen en el test previo y todo parezca perfecto. ¿Por qué al final nunca siento bastante química con esa persona? ¿Qué quiero? ¿Qué busco? ¿Soy tan auténtico? No lo creo, porque antes de empezar a conocer a alguien, a experimentar la propia relación, ya estoy, estamos, condicionados por una actitud previa, características concretas que exigimos en el fondo: un físico determinado, o una compatibilidad basada en test de revistas. En el fondo es como si entráramos en el Supermercado del Amor, no abiertos a experimentar sin condiciones, sino como clientes con sus pautas concretas prediseñadas esperando encontrar la Oportunidad, la Oferta que encaja con esas expectativas que tenemos o que nos han hecho la sociedad. Lo que “se supone” nos conviene, aunque no siempre sea la que más nos gustaría al final.

¿Hasta qué punto no estamos perdiendo mucho volcando nuestra atención en buscar a alguien que “se supone que debería ser perfecto para nosotros”?  Parece como si esos Ideales de Perfección, incluso adaptados por estilos (quizás se me ocurre, cuanto más sofisticados y modernos seamos, más limitadas y concretas nuestras expectativas), incluso antes de haber vivido y experimentado nada concreto, no sólo nos influyen, sino que nos determinan (como condicionar) demasiado, nos marcan el terreno, lo limitan y por ejemplo hace que perdamos la oportunidad de descubrir a un montón de gente con la que tal vez conectaríamos…  si le diéramos la ocasión… si  no nos cerráramos puertas innecesariamente, pero lo hacemos, no podemos evitar hacerlo sólo porque se supone que no encajan en alguno de los Ideales, o Modelos. 

Dicen que la filosofía es un viaje desde las apariencias a mundo más reales y verdaderos. Quizás si saliéramos de esa Caverna del Amor, tipo Supermercado, en el que estamos, podríamos fijarnos en otras personas con las que nos cruzamos diariamente pero que nunca nos fijamos. Sólo porque no se produce la situación ideal como en las películas, o porque falla físicamente, o cualquier otra excusa. Quizás si abandonamos esas caverna de Sombras Amorosas que nos proyectan podamos atrevernos a mirar por nuestros propios ojos, a quitarnos las venda de prejuicios, a no poner tantas trabas y obstáculos para empezar a creer en alguien. 

Pero, bueno, como he dicho antes, antes de conocer a otras medias partes, quizás lo primero sería conocerte a ti mismo y aceptarte tal y como eres, es decir aceptar nuestras limitaciones o nuestras características, aceptar la realidad nuestra (no la proyectada), para así no sólo ser más capaces de actuar  de verdad sino de estar seguro que lo que le ofrecemos a los demás es también tan valioso y hermoso como lo que nos gustaría que nos ofreciesen a nosotros.

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